miércoles, 2 de febrero de 2011

ARTÍCULO: EL VESTIR A LA VIRGEN







 
Una imagen procesional de vestir, es así como se les denominan, consta de cuatro partes perfectamente diferenciadas: una cabeza formada por el rostro y cuello; un tronco apenas detallado que puede prolongarse hasta el pecho, la cintura o las caderas; dos brazos articulados, sin forma anatómica, que terminan en manos de talla y un bastidor troncocónico que forma la parte inferior de la imagen al que se le llama candelero.
Es en el rostro, donde el imaginero busca plasmar ese sentimiento o esa expresión de tristeza características de las Vírgenes Dolorosas, y es también donde contrae o acentúa ciertas partes y ciertos rasgos anatómicos con el fin de provocar la devoción del fiel. Ese sentimiento de tristeza es extremadamente difícil de conseguir si tenemos en cuenta que esa expresión aflictiva debe de aplicarse a una cara suave y de profunda belleza, donde las estridencias están fuera de tono y no tienen lugar. Para este menester, el artista cuenta con tres recursos que se hacen fundamentales, como son: la posición de los labios, ligeramente entreabiertos como iniciando un quejido y despertando sutilmente el sollozo; las lágrimas de cristal adheridas al rostro que reflejan el llanto y la congoja y, el perfil y la disposición de las cejas que generalmente prolongadas hacia arriba en su extremidad interna, acentúa más aún si cabe, la cara de tristeza.

Las manos, que junto al rostro son las únicas partes de las antes mencionadas que son talladas por el imaginero, generalmente permanecen abiertas con los dedos ligeramente flexionados, siendo en muy pocas ocasiones en las que se ven imágenes con las manos cerradas o semicerradas. En la mano derecha, es donde casi la totalidad de las Vírgenes, llevan sujeto un pañuelo de encaje para enjugar sus lágrimas quedando comunmente la izquierda libre, aunque a veces, podemos ver sobre esta mano algún elemento de pasión como puede ser una rosa, una corona de espina, etc, o también algún símbolo relacionado con su advocación o con el gremio de la propia cofradía.

El tronco, forma la parte superior de la imagen y generalmente suele tener un aspecto tosco y apenas anatomizado, aunque en las tallas de imágenes más recientes podemos observar como los imagineros han tratado de detallarlo un poco mejor. Éste, puede llegar hasta el pecho, a la cintura o a las caderas, siendo esto último lo mas común.

El candelero es el armazón con que se forma la parte inferior del cuerpo de las Vírgenes, carece de valor artístico y es un esqueleto troncocónico formado por varios listones de madera que enlazan el busto, la cintura o las caderas de la Virgen con una base ovalada que sirve de apoyo a la imagen. Estos armazones, son forrados de madera y posteriormente tapizados con lienzo o damasco para evitar que la ropa interior de la Virgen se introduzca entre los listones o que estos, queden marcados en la propia saya.

Llegados a este punto donde ya conocemos algo mejor cómo son nuestras imágenes, debemos comentar el que quizás sea el instante más intimista y tierno de la devoción más profunda que es el momento de vestir la imagen de una Virgen.

Porque no es sólo tallar, también hay que vestir a la imagen, y para esta obra, no sólo se requiere un gran acierto a la hora de elegir los tonos adecuados o el estilo más idóneo, sino también un gusto exquisito para disponer cada una de las prendas que forman parte del vestuario de la imagen.

Es aquí donde aparece la figura del "vestidor", término con el cual se define a la persona asignada para cumplir junto con el "mayordomo" y la "camarista", el cometido de vestir a las imágenes. Son el mayordomo y la camarista los que tienen la misión de proporcionarle al vestidor, todas las ropas y aderezos que se le vaya a colocar a la imagen, siendo también funciones de ésta última, la de asear y custodiar dichas ropas, así como la de mudar interiormente a la Virgen, uedando para el vestidor la difícil tarea de colocar el tocado y, disponer de forma exquisita el resto de prendas y aderezos.

Antes de que el vestidor coloque el tocado a la Virgen, la camarista, como se ha dicho antes, ya ha vestido interiormente a la imagen con una camisa, y sobre ésta ha dispuesto las enaguas. Encima viene la saya, que puede ser enteriza o compuesta por dos piezas: el corpiño y el delantal. En ambos casos la saya se ciñe a la cintura por un cíngulo o fajín, que realza la figura y da esbeltez a la imagen. Del mismo tejido y color que la saya son dos mangas independientes. En su interior y forrando el antebrazo se encuentran dos manguitos o puños. A continuación se hace ya el tocado que enmarca la cara de la Virgen y que como ya referimos antes, es la prenda más difícil de colocar. Para ello se suele utilizar una mantilla española aunque, su complejidad a la hora de plegarla y recogerla en el pecho, ha dado paso a su sustitución por tiras de encajes, ya que estos son mas fáciles de manejar y de disponer. Para finalizar, sobre la cabeza de la Virgen se echa el manto, cubriéndose a veces la imagen, con una toquilla de sobremanto, encima de la cual va la corona.

Sin embargo, ni las ropas, ni su color, ni la disposición del tocado fue siempre como ahora. Tiempos atrás, las imágenes de las Vírgenes solían estar vestidas de riguroso luto y el tocado se reducía a un sencillo rostrillo que se prolongaba y anudaba al cuello como si fuera un pañuelo. Fue a mediados del siglo XIX cuando desaparece el luto de las imágenes, y colores como el morado, el verde, el granate o el azul empieza a apropiarse de sayas y mantos, siendo a principio del siglo XX cuando surge la idea, mantenida hasta nuestros días, de cambiar las imágenes de color y de manto según la festividad del año que reza el santoral. Así en Cuaresma se les viste de hebreas, por Resurrección de blanco, de celeste en la Inmaculada y de negro por los difuntos quedando, casi exclusivamente, la indumentaria de Reina para el palio.

Es también, a lo largo del siglo anterior, cuando surgen más estilos y aparecen mayores innovaciones en la colocación del tocado debido sobre todo a que cada vestidor trata de personalizar la disposición de esta prenda de modo que su diseño final, caracterice de forma muy singular a la imagen.

De este modo se crea un tocado de tul y el de raso, utilizado de forma muy característica en distintas imágenes, aparece el "pecho de bullones", se saca el tocado por encima del manto, surge una forma de tocado más despejado de modo que deja al descubierto el pelo y las orejas rompiendo de este modo el recato, hasta entonces existente en esta serie de cuestiones, etc. Todas estas corrientes o tendencias en la práctica de colocar el tocado, siguen vigentes hoy en día, si bien, como entonces, cada vestidor trata de darle su sello más personal.

Para finalizar cabría decir que el vestir de una imagen, ha tomado la dimensión de arte y que como tal, hace del vestidor un artista que con exquisita finura y exquisito buen gusto, termina de culminar la gran obra de otro artista.

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